ESPAÑA TIERRA DE MARÍA

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sábado, 27 de mayo de 2017

RIQUEZAS DE LA LITURGIA


Regina Coeli: antífona mariana Pascual

      El Regina Coeli sustituye el rezo del Ángelus durante el tiempo Pascual y al igual que el Ángelus se reza tres veces al día, al amanecer, al mediodía y al atardecer como una manera de consagrar el día a Dios y a la Virgen María. Así lo estableció el Papa Benedicto XIV  en 1742. Litúrgicamente está prescrita en el Breviario Romano desde las completas del Sábado Santo hasta la hora nona del domingo de Pentecostés. Debe ser cantado o rezado en coro y de pie.
     Cantar a María “¡Alégrate!” es una tradición que se remonta al siglo XII y que fue extendida por la comunidad franciscana; los frailes menores lo rezaban después del oficio de Completas ya en la primera mitad del siglo XIII y gracias a la misma actividad de los frailes franciscanos se popularizó y expandió por todo el mundo cristiano. Como muchas oraciones, las primeras palabras que la componen le dan su nombre, que la Iglesia recuerda aún en su latín original: Regina Coeli.
     Esta antífona mariana es uno de los cuatro himnos del tiempo de Pascua que se incluyen en la Liturgia de las Horas  (Ave Regina Caelorum, Alma Redemptoris Mater o Salve Regina son las palabras latinas con que abre el himno pascual a la Santísima Virgen María), y que se reza desde el Sábado Santo, víspera de la Resurrección del Señor, hasta el domingo después de Pentecostés. Forma parte de la oración de Completas y su brevedad y sencillez, además de su hermoso significado teológico, hacen de esta oración una de las más bellas expresiones de la alegría pascual (a manera de felicitación a María por la resurrección de su Hijo Jesucristo).
     Se desconoce el origen del Regina Coeli, pero una bella tradición lo atribuye a San Gregorio Magno, Pontífice y Doctor de la Iglesia, quien habría escuchado los primeros tres versos de la boca de los ángeles mientras realizaba procesión descalzo por las calles de Roma. A la composición celestial el Santo Papa habría añadido únicamente la cuarta frase de la oración: "Ruega por nosotros a Dios".

     La antífona original es adaptada para ser recitada como oración, de una forma similar a la del Ángelus, tomando su forma presente y agregando una oración final…


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viernes, 12 de mayo de 2017

EN EL CENTENARIO DE LAS APARICIONES

La actualidad del mensaje de Fátima

     Cuando nos disponemos a celebrar el centenario de las apariciones de Fátima, nos preguntamos sobre la actualidad de su mensaje para el cristiano de hoy. Para poder descubrirlo, lo primero es conocerlo bien y, para ello, nada mejor que leer las Memorias de la Hermana Lucía. En ellas se nos narran, entre otras cosas, los mensajes que la Virgen dirigía a los niños videntes. He querido entresacar de ellos algunos aspectos que siguen teniendo actualidad, especialmente en nuestro siglo XXI.
     Lo primero de todo es destacar la idea central que recorre estos mensajes: la gran preocupación de nuestra Señora por los pecadores que están en situación de condenación. En Fátima, la Virgen aparece como la madre que busca el bien de sus hijos y desea poner remedio a la desgracia de tantos hombres y mujeres que ofenden gravemente a Dios y, por ello, están en peligro de ser condenados al infierno por toda la eternidad. Para ello, propone a los niños la oración, especialmente del Santo Rosario, la penitencia y la consagración a su Inmaculado Corazón. Veamos cada uno de ellos.
 Oración de intercesión
   No se puede negar que el valor de la oración de intercesión por los pecadores es uno de los grandes pilares del mensaje de Fátima. Ya en las apariciones del ángel a los tres pastorcitos en 1916, lo primero en que les insiste es en la oración y les enseña una para que no dejen de rezarla: «Dios mío, yo creo en ti, yo te adoro, yo te espero y yo te amo. Te pido perdón por los que no creen, no te adoran, no te esperan y no te aman». Luego de haber dirigido esta oración tres veces, les dijo: «Orad de esta forma. Los corazones de Jesús y María están listos para escucharos». (Memorias de la Hermana Lucía I [Fátima 2012] 78).
 Santo rosario
     En las apariciones de la Virgen, ella no deja de exhortarlos al rezo diario del Santo Rosario, corno oración principal de su mensaje. Por eso, la oración por antonomasia de Fátima es el Rosario y ella misma quiso llamarse Nuestra Señora del Rosario. Al rezo del Santo Rosario, María añade una pequeña oración para suplicar después de cada misterio: «Oh buen Jesús, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno. Lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu Divina Misericordia».
     Para insistir en la importancia de la oración, la Madre de Dios enseña a los niños, después de anunciarles que iban a ir al cielo, la situación de los condenados en el infierno. Esto mueve a los videntes a orar y sacrificarse con más ahínco por las almas que están en peligro de condenación. Este es un aspecto del que hoy no se quiere hablar y que está presente en todas las apariciones. María muestra a los pastorcillos la desgracia mayor de las almas y que se puede evitar a través de la oración y el sacrificio. Deberíamos aprender de nuestra Madre a no obviar lo más importante para la vida del hombre: alcanzar la vida de los bienaventurados.
     Otro camino para alcanzar esa vida es la devoción a su Inmaculado Corazón: «Visteis el infierno a donde van las almas de los pobres pecadores; para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hacéis lo que yo os diga, se salvarán muchas almas, y tendrán paz» (Memorias, 121). Finalmente, para mostrar el valor de la oración de intercesión, la Virgen les dijo a los niños el 19 de agosto de 1917: «Rezad, rezad mucho, y haced sacrificios por los pecadores, pues muchas almas se van al infierno por no tener quien se sacrifique y pida por ellas» (Memorias, 178).
 Penitencia
     Junto a la oración, tenemos el segundo pilar del mensaje de Fátima: el valor del sacrificio y la penitencia. Así, ya el 13 de mayo de 1917 la Virgen María les pregunta a los niños: «¿Queréis ofreceros a Dios, para soportar todos los sufrimientos que él quiera enviaros en acto de reparación por los pecados con que él es ofendido? —Sí, queremos— fue nuestra respuesta. —Tendréis, pues, que sufrir mucho, pero la gracia de Dios será vuestra fortaleza» (Memorias, 82).
     Nótese el interés de la Virgen en pedir a unos niños que soporten los sufrimientos en reparación por los pecados cometidos, punto integrante de la devoción al Corazón de Jesús, íntima e indisolublemente ligada a la devoción al Inmaculado Corazón de María. Este punto hoy en día no parece muy actual. Apenas se habla a los niños en nuestras catequesis del tema de la penitencia y de la reparación. Es más, se nos tacharía de antipedagógicos. En cambio, la Virgen María les expone a los niños esta necesidad como algo muy importante, y los niños aceptan gustosos.
     Mas en el sufrimiento, la Virgen no deja solos a los niños, como tampoco hace con los adultos, pues conoce la debilidad del hombre, por eso promete la asistencia de su Corazón: « —Y tú, ¿sufres mucho? No te desanimes. Yo nunca te abandonaré. Mi Inmaculado Corazón será tu refugio y el camino que te conducirá a Dios» (Memorias, 83). Deberíamos, pues, tomarnos en serio este aspecto un poco olvidado hoy pero no menos importante.
 Consagración al corazón de maría
     La reparación al Inmaculado Corazón de María es un aspecto muy ligado al mensaje de Fátima, un baluarte seguro frente al enemigo. Si bien la Virgen no deja de hacer referencias a su Inmaculado Corazón en las apariciones en Fátima, es en Pontevedra en 1925 donde ofrece el modo querido por Dios de repararlo. Este es el mensaje de la Virgen: «Mira, hija mía, mi Corazón, cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan continuamente con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di que todos aquellos que, durante cinco meses, en el Primer Sábado se confiesen, reciban la Santa Comunión, recen la tercera parte del Rosario y me hagan quince minutos de compañía, meditando en los quince misterios del Rosario, con el fin de desagraviarme, yo prometo asistirles en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para la salvación de sus almas» (Memorias, 192).
     En conclusión, el Inmaculado Corazón de María, lleno de misericordia hacia el pecador, es el centro del mensaje de Fátima. En efecto, el mensaje de Fátima, que incluye la devoción al Inmaculado Corazón de María, está lleno de advertencias sobre la necesidad de conversión para la salvación de las almas. Para ello, es necesaria una vida de oración y de sacrificio, y el rezo del Santo Rosario junto a la consagración a su Corazón para impetrar el perdón para las almas en peligro de condenación. A esto se suma la devoción de los cinco primeros sábados de mes. Todo ello hoy sigue totalmente vigente y es la esencia del mensaje de Fátima.

    Francisco María Fernández Jiménez  (El autor es profesor de Mariología y Director del Instituto Superior de Estudios Teológicos «San Ildefonso» de Toledo.)    MAGNIFICAT 162/AÑO 2017



sábado, 6 de mayo de 2017



Jesús hace germinar la semilla.

         […] es importante aprender del Evangelio el estilo del anuncio… La semilla del Reino, aunque pequeña, invisible y tal vez insignificante, crece silenciosamente gracias a la obra incesante de Dios: «El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo» (Mc 4, 26-27). Esta es nuestra principal confianza: Dios supera nuestras expectativas y nos sorprende con su generosidad, haciendo germinar los frutos de nuestro trabajo más allá de lo que se puede esperar de la eficiencia humana.
     Con esta confianza evangélica, nos abrimos a la acción silenciosa del Espíritu, que es el fundamento de la misión. Nunca podrá haber pastoral vocacional, ni misión cristiana, sin la oración asidua y contemplativa. En este sentido, es necesario alimentar la vida cristiana con la escucha de la Palabra de Dios y, sobre todo, cuidar la relación personal con el Señor en la adoración eucarística, «lugar» privilegiado del encuentro con Dios.
     Animo con fuerza a vivir esta profunda amistad con el Señor, sobre todo para implorar de Dios nuevas vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. El Pueblo de Dios necesita ser guiado por pastores que gasten su vida al servicio del Evangelio. Por eso, pido a las comunidades parroquiales, a las asociaciones y a los numerosos grupos de oración presentes en la Iglesia que, frente a la tentación del desánimo, sigan pidiendo al Señor que mande obreros a su mies y nos dé sacerdotes enamorados del Evangelio, que sepan hacerse prójimos de los hermanos y ser, así, signo vivo del amor misericordioso de Dios.
     Queridos hermanos y hermanas, también hoy podemos volver a encontrar el ardor del anuncio y proponer, sobre todo a los jóvenes, el seguimiento de Cristo. Ante la sensación generalizada de una fe cansada o reducida a meros «deberes que cumplir», nuestros jóvenes tienen el deseo de descubrir el atractivo, siempre actual, de la figura de Jesús, de dejarse interrogar y provocar por sus palabras y por sus gestos y, finalmente, de soñar, gracias a él, con una vida plenamente humana, dichosa de gastarse amando.
     María santísima, Madre de nuestro Salvador, tuvo la audacia de abrazar este sueño de Dios, poniendo su juventud y su entusiasmo en sus manos. Que su intercesión nos obtenga su misma apertura de corazón, la disponibilidad para decir nuestro «aquí estoy» a la llamada del Señor y la alegría de ponernos en camino, como ella (cf. Lc 1, 39), para anunciarlo al mundo entero.

Francisco, PP.