ESPAÑA TIERRA DE MARÍA

ESPAÑA TIERRA DE MARÍA

sábado, 23 de diciembre de 2017

DECÁLOGO PARA LA NAVIDAD

1.- Vive con ENTUSIASMO estos días de Navidad: ¡Dios ha bajado a la tierra!
Envía un SMS y pon: “Dios ha nacido: feliz Navidad”. Remite por tu correo electrónico felicitaciones pero con escenas religiosas.

2.- Exterioriza PUBLICAMENTE lo que crees y sientes: ¡Cristo ha nacido! Cuelga en el exterior de tu casa un símbolo cristiano. Al mirar hacia tu casa, algunos dirán, “ahí se nota que vive un cristiano”.
Para recuperar la salud de la Navidad hemos de posibilitar también la espiritual de cada uno.

3.- Tú, como Jesús, también te puedes hacer pequeño en estos días y ser la alegría de alguien.
Visita algún enfermo, ejerce la caridad, ayuda en alguna residencia de ancianos.

4.- Demuestra la ALEGRIA cristiana de estos días.
No olvides cantar villancicos en la sobremesa de la nochebuena o siempre que tu familia esté reunida.

5.- Ilumina, además de tu interior, el exterior de tu domicilio.
Dios, que está en ti, también habla a través de lo que tú haces o enmudece cuando no te atreves a hablar en su nombre.

6.- Que no falte el belén, o por lo menos la figura del Niño Jesús, en tu hogar. La imagen del Niño, en Navidad, es tan imprescindible como un balón en un partido de futbol.
¡Cuántos hay que juegan a la Navidad “sin el esférico de Jesús de Nazaret”!

7.- Participa en las celebraciones de tu parroquia. Ofrécete para los distintos ministerios.
Tú, como los pastores, también puedes entregar algo de tu pan, leche o miel. Recuerda que, una fe sin obras, es una fe muerta.

8.- ADORA al Señor. Visita diferentes belenes instalados en parroquias, plazas o lugares públicos. Explica a tus pequeños, si los tienes, el sentido de la Navidad.
Reza y bendice la mesa. No olvides que, el amor de Dios, también se manifiesta en aquellos bienes que pone a nuestra disposición.

9.- REZA con emoción contenida, ante la llegada de un Dios tan divino y humano. ¿Sirve algo una mesa en la que no se coma? ¿Sirven de algo unas navidades en las que no se rece?
La oración es el fuego que mantiene cálido el Misterio de la Navidad. Sin oración, un pesebre, un belén…quedan huérfanos. Les falta el valor divino.

10.- FELICITA, con lenguaje y símbolos cristianos, el acontecimiento que es la razón y el ser de estos días: ¡Dios ha nacido! ¡Aleluya!
Evita expresiones como “Felices Fiestas” o “Felices días”. Como cristianos, nuestro mensaje, ha de ser el siguiente: “Dios ha nacido; feliz Navidad” “Feliz Navidad y que Dios te bendiga.” ¿O no te atreves?


Javier Lehoz.

BENDIGAMOS LA CENA DE NOCHEBUENA


sábado, 2 de diciembre de 2017

EL «BELÉN» COMO PREPARACIÓN A LA NAVIDAD


Queridos hermanos y hermanas:
En muchas familias, siguiendo una hermosa y consolidada tradición, inmediatamente después de la fiesta de la Inmaculada se comienza a montar el belén, para revivir juntamente con María los días llenos de conmoción que precedieron al nacimiento de Jesús. Construir el belén en casa puede ser un modo sencillo, pero eficaz, de presentar la fe para transmitirla a los hijos.
     El belén nos ayuda a contemplar el misterio del amor de Dios, que se reveló en la pobreza y en la sencillez de la cueva de Belén. San Francisco de Asís quedó tan prendado del misterio de la Encarnación, que quiso reproducirlo en Greccio con un belén viviente; de este modo inició una larga tradición popular que aún hoy conserva su valor para la evangelización.
     En efecto, el belén puede ayudarnos a comprender el secreto de la verdadera Navidad, porque habla de la humildad y de la bondad misericordiosa de Cristo, el cual «siendo rico, se hizo pobre» (2 Co 8,9) por nosotros. Su pobreza enriquece a quien la abraza y la Navidad trae alegría y paz a los que, como los pastores de Belén, acogen las palabras del ángel: «Esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (Lc 2,12). Esta sigue siendo la señal, también para nosotros, hombres y mujeres del siglo XXI. No hay otra Navidad

Benedicto XVI, pp emérito

sábado, 25 de noviembre de 2017

CRISTO REY

     Todo en la vida cristiana gira en torno a Jesucristo, como no podía ser de otra manera. Él es el centro del cosmos y de la historia. El Año litúrgico nos va desgranando año tras año ese misterio de Cristo, desde su nacimiento hasta su venida gloriosa al final. Y la celebración litúrgica tiene la capacidad de traernos eficazmente el misterio que celebramos. En Jesucristo la historia de la humanidad ha encontrado su plenitud, en él se nos anticipa nuestro futuro.
     Celebrar esta fiesta de Cristo Rey hace alusión, por una parte, a la pretensión histórica de Jesús, por la que fue condenado a muerte: “Jesús Nazareno, rey de los judíos”. Una pretensión que quedó plenamente verificada en la resurrección de Jesús y en su victoria sobre la muerte. Verdaderamente, Jesús es Rey. Y por otra parte, hace alusión al final hacia el que caminamos. Es una fiesta de futuro, teniendo presente el pasado histórico y entrando en esa espiral ascensional, que nos va configurando con Cristo hasta transformarnos como él.
     No se trata de un reinado despótico. Jesús aparece como el buen pastor que cuida de sus ovejas, manso y humilde de corazón, que está dispuesto a dar la vida por cada uno de nosotros, como ha sucedido realmente. En él encontramos la paz del corazón, pues nos sentimos queridos con un amor que sana nuestras heridas.
     En el conjunto de la historia, hay un error primigenio, el pecado original, y hay una sobreabundancia de gracia en Jesucristo. “Si por un hombre vino la muerte, por un hombre vino la resurrección. Si por Adán murieron todos, por Cristo todos volverán a la vida”. Nuestra vida terrena camina con esta cojera. Jesús viene en nuestra ayuda y nos llena el corazón de esperanza. El bautismo nos saca de la muerte y nos introduce en la vida para siempre. Al final, todo será sometido a Dios y Dios lo será todo para todos, si no malogramos el plan de Dios en nuestra vida.
     Jesús aparece como el que viene a juzgar, cuando venga en su gloria el Hijo del hombre. Viene a premiar a los buenos y a rechazar a los malos. “El separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras”. Y seremos examinados de amor. Al atardecer de la vida te examinarán del amor, nos recuerda san Juan de la Cruz. “Tuve hambre y me diste de comer…” ¿Cuándo, cómo, dónde, a quién? Todo lo que hicimos a uno de los humildes hermanos, “a mí me lo hicisteis”, dice Jesús.
     Esa personificación de Jesús en la persona de los pobres y los humildes, que asoman en nuestra vida pidiendo nuestra ayuda, es todo un principio revolucionario en la nueva civilización del amor. Nunca será el odio, sino el amor el que cambie el mundo. El amor cristiano reside en nuestro corazón por el Espíritu Santo, que se nos ha dado, nos hace salir de nosotros mismos para entregar la vida y gastarla en favor de los demás. Pero además, el amor cristiano encuentra en cada uno de los destinatarios (sean de la condición que sean) una prolongación de Jesús, “a mí me lo hicisteis…”. Esta motivación en su origen y en su término hace que Jesucristo reine en el mundo, transformando incluso el orden social.
     No es por tanto, un reino de poderío humano, de prepotencia, de exclusión de nadie. El de Cristo es un reino de amor. Él nos ha ganado con las armas del amor, y con estas mismas armas quiere que luchemos, seguros de la victoria final. “Un reino eterno y universal: el reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz” (prefacio de la fiesta). ¡Venga a nosotros tu Reino!
     Que la fiesta de Cristo Rey del universo nos introduzca en esa espiral de amor, que va sanando todas las heridas del corazón, propias y ajenas, consecuencia del pecado, y va introduciendo en cada corazón una nueva vida que brota del Corazón de Cristo, que ama sin medida.
Recibid mi afecto y mi bendición:

+ Demetrio Fernández - Obispo de Córdoba

miércoles, 1 de noviembre de 2017


INDULGENCIAS QUE SE PUEDEN DONAR A LAS ALMAS EL PURGATORIO
     Constitución Apostólica sobre las Indulgencias “Sacrarum Indulgentiarum Recognitio”

“…La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos.” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1032)
“Mediante las Indulgencias, los fieles pueden alcanzar para sí mismos y también para las Almas del Purgatorio la remisión de las penas temporales, consecuencia de los pecados.” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1498).
“La indulgencia es parcial o plenaria según libere de la pena temporal debida por los pecados en parte o totalmente.” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1471)

REQUISITOS PREVIOS PARA OBTENER LAS INDULGENCIAS

     ¡Devoción! Es la palabra clave en todas las Indulgencias… asistir con devoción, orar con devoción, llevar los objetos benditos con devoción y cumplir con la Obra prescrita para ganar la Indulgencia, pero de nada servirán los actos realizados si no tenemos una verdadera devoción. Además, para obtener Indulgencia Plenaria es requisito primordial cumplir las condiciones siguientes en un mismo día.
1. Confesión sacramental. (Recientemente durante la semana, aunque recomendable el mismo día)
2.  Comunión, es necesario participar en la Santa Misa.
3. Oración por las intenciones del Papa, incluyendo Credo, Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
4. Obra de Caridad o de Penitencia: dar limosna o visitar a enfermos, ancianos, minusválidos, niños abandonados u otra persona en necesidad; dar ofrendas a instituciones de caridad o a la Iglesia; ayuno, abstinencia de comida, bebida o actividad agradable; o un ofrecimiento que requiera sacrificio.
5. Peregrinación a una de las Iglesias designadas.
     Los enfermos y ancianos imposibilitados de hacer la peregrinación pueden obtener la indulgencia ofreciendo a Dios sus sufrimientos y molestias; y cumpliendo con la Confesión, Comunión y oraciones indicadas frente a un altar en su casa.
     Las cinco condiciones pueden cumplirse unos días antes o después de rezar o hacer la obra que incorpora la indulgencia, pero es conveniente que la comunión y la oración por las intenciones del Papa se realicen el mismo día rezando a su intención un solo Padrenuestro y un Avemaría; pero se concede a cada fiel la facultad de orar con cualquier fórmula, según su piedad y devoción.


INDULGENCIAS SÓLO APLICABLES A LAS ALMAS DEL PURGATORIO
DEL “ENCHIRIDION INDULGENTIARUM” DE S.S. PAULO VI 

DEL 1 AL 8 DE NOVIEMBRE
X  Visitas al cementerio: Se concede indulgencia plenaria, aplicable sólo a las almas del purgatorio, a los fieles cristianos que visiten piadosamente un cementerio (aunque sea mentalmente) y que oren por los difuntos.

2 DE NOVIEMBRE – CONMEMORACIÓN DE LOS FIELES DIFUNTOS
X    Visitas a Iglesias u Oratorio: Se concede indulgencia plenaria, aplicable sólo a las almas del purgatorio, a los fieles cristianos que, el día en que se celebra la Conmemoración de todos los Fieles Difuntos, visiten piadosamente una iglesia u oratorio. Dicha indulgencia podrá ganarse o en el día antes indicado o, con el consentimiento del Ordinario, el domingo anterior o posterior, o en la solemnidad de Todos los Santos. En esta piadosa visita, se debe rezar un Padrenuestro y Credo.

TODOS LOS SANTOS Y DÍA DE LOS DIFUNTOS

Las dos celebraciones nos sitúan ante el misterio de la muerte y nos invitan a renovar nuestra fe y esperanza en la vida eterna.

     En la fiesta de Todos los Santos celebramos los méritos de todos los santos. Eso significa sobretodo celebrar los dones de Dios, las maravillas que Dios ha obrado en la vida de estas personas, su respuesta a la gracia de Dios, el hecho de que seguir a Cristo con todas las consecuencias es posible. Una multitud inmensa de santos canonizados y otros no canonizados. Ellos han llegado a la plenitud que Dios quiere para todos. Celebramos y recordamos también la llamada universal a la santidad que nos hace el Señor: “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48).
     En el Día de Difuntos, la Iglesia nos invita a rezar por todos los difuntos, no sólo por los de la familia o los seres más cercanos, sino por todos, incluyendo especialmente a aquellos de los que nadie hace memoria. La costumbre de orar por los difuntos es tan antigua como la Iglesia, pero la fiesta litúrgica se remonta al 2 de noviembre de 998 cuando fue instituida por san Odilón, monje benedictino y quinto abad de Cluny en el sur de Francia. Roma adoptó esta práctica en el siglo XIV y la fiesta se fue expandiendo por toda la Iglesia. En este día contemplamos el misterio de la Resurrección de Cristo que abre para todos el camino de la resurrección futura.
     En estos días, una de nuestras tradiciones más arraigadas es la visita a los cementerios para cumplir con los familiares difuntos. Momento de oración, momento para el recuerdo de los seres queridos que nos han dejado, momento de reunión familiar
     Estas tradiciones y costumbres tan nuestras se ven desde hace algún tiempo invadidas por las que llegan de otros lugares, que son popularizadas por el cine y la televisión y que parecen teñidas de superficialidad y consumismo. No es mi intención minusvalorarlas, pero sería una lástima que un planteamiento meramente lúdico entre la broma y el terror a base de calabazas, calaveras, brujas, fantasmas y otros seres terroríficos, acabe desplazando las seculares tradiciones de nuestra tierra, más fundamentadas en la convivencia y el encuentro festivo con la familia y los seres queridos; en la oración por nuestros difuntos, y en la contemplación de Dios, el Santo, que nos llama a la perfección.

+ Josep Àngel Saiz Meneses, Obispo de Terrassa.

viernes, 13 de octubre de 2017

DOMUND - JORNADA MUNDIAL DE LAS MISIONES


     El próximo domingo 22 de octubre celebraremos la Jornada Mundial de la Propagación de la Fe, el popular DOMUND, una fecha muy apta para fortalecer nuestro compromiso misionero, que dimana de nuestra condición de discípulos de Cristo. En el mensaje que el papa Francisco nos ha dirigido con ocasión de esta Jornada nos dice que el Señor Jesús, el primer evangelizador, nos llama a anunciar el Evangelio del amor de Dios Padre con la fuerza del Espíritu Santo. La Iglesia, añade, es misionera por naturaleza. Si no lo fuera, no sería la Iglesia de Cristo. Sería sólo una asociación entre muchas otras.
     La fe es un don, un don precioso de Dios que no está reservado sólo para unos pocos, sino que se ofrece a todos. No podemos guardarlo sólo para nosotros porque lo esterilizaríamos. Hemos de compartirlo, para que todos puedan experimentar la alegría de ser amados por Dios y el gozo de la salvación. El anuncio del Evangelio es un compromiso constante que anima toda la vida de la Iglesia y una señal clara de la madurez de una comunidad eclesial, que no se queda en los caminos trillados, sino que sale también a los suburbios y descampados, para llegar a aquellos que aún no han conocido a Cristo.
     El Concilio Vaticano II nos encareció que la misión es un compromiso de todo bautizado y de cada comunidad cristiana. No es algo marginal en la vida de la Iglesia, sino algo que pertenece a su esencia más profunda. No significa violentar la libertad de los destinatarios de nuestro anuncio, si lo hacemos con respeto, sin obsesiones proselitistas, pero sí con entusiasmo y convicción, pues anunciamos al que es el Camino, la Verdad y la Vida del mundo, el manantial de una esperanza que nunca defrauda.
En su mensaje nos dice el papa Francisco que el mundo necesita el Evangelio de Jesucristo como algo esencial. “Él, a través de la Iglesia, continúa su misión de Buen Samaritano, curando las heridas sangrantes de la humanidad, y de Buen Pastor, buscando sin descanso a quienes se han perdido por caminos tortuosos y sin una meta”. Añade el Santo Padre que “la misión de la Iglesia está animada por una espiritualidad de éxodo continuo. Se trata de «salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio»”, como el propio Papa nos decía en Evangelii gaudium.
     Se dirige después a los jóvenes que son la esperanza de la misión. Muchos se sienten fascinados por la persona del Señor y su mensaje. Muchos sensibles ante los males del mundo, se embarcan en diversas formas de militancia y voluntariado. A estos jóvenes les pide el Papa que sean “callejeros de la fe”, felices de llevar a Jesucristo a cada esquina, a cada plaza, a cada rincón de la tierra. La Iglesia desea comprometer a los jóvenes en la responsabilidad misionera, que necesita de su rica imaginación y creatividad.
     En este octubre misionero, y muy especialmente en la Jornada del DOMUND, hemos de pedir insistentemente al Señor que mire a los ojos de los jóvenes de nuestra Archidiócesis, chicos y chicas, para que sean valientes y sean muchos los que se decidan a seguirle en el sacerdocio o en la vida consagrada, de manera que dediquen su vida al servicio de la Iglesia, al servicio del anuncio del Evangelio y al servicio de sus hermanos. ¿La recompensa? La alegría y la felicidad desbordante que yo he contemplado en los rostros de los misioneros y misioneras sevillanos cuando me visitan con ocasión de sus vacaciones. Puedo asegurar que no he conocido personas más felices en su entrega al Señor, a la evangelización y a sus hermanos, especialmente los más pobres.
     Pero la llamada a la misión no es exclusivamente para los jóvenes. Todos, también los adultos, cualquiera que sea su edad y condición, estamos llamados a comprometernos valientemente en el anuncio de Jesucristo en nuestro entorno. España es hoy ya un país de misión. Son muchos los conciudadanos nuestros que han abandonado la fe o la práctica religiosa. Son muchos los ciegos que no han conocido el esplendor de Cristo, y son muchos los cojos que van tambaleándose por la vida y necesitan apoyarse en el Señor. Nosotros se lo podemos mostrar, compartiendo con ellos el tesoro de nuestra fe.
     No olvidemos la oración diaria y los sacrificios voluntarios por las misiones y los misioneros. Santa Teresita del Niño Jesús, patrona de las misiones, murió a los 24 años en el Carmelo de Lisieux. Allí fue misionera orando e inmolándose por las misiones. No olvidemos tampoco la ayuda económica el próximo domingo. Seamos generosos en la colecta.
     Que la Santísima Virgen nos ayude a todos, jóvenes y adultos, a ser valientes y a comprometernos en la misión. Para todos y muy especialmente para nuestros misioneros y misioneras diocesanos, mi abrazo fraterno y mi bendición.


+ Juan Jose Asenjo Pelegrina - Arzobispo de Sevilla